martes, 21 de junio de 2016





ST 2.



Olivia guiñó un ojo para enfocar bien al mirar su pestaña.
Era algo frecuente, cada pocos días perdía una o dos pestañas frente al espejo del baño, en el aseo matinal.
Hizo una estimación rápida de 5 pestañas perdidas cada semana, a 52 semanas al año eso hacía unas 260 pestañas menos anualmente.
Teniendo en cuenta su edad, y que estaba casi segura de que ya perdía pestañas en la pubertad, estimó que llevaba unos 17 años dejándose pestañas perdidas por ahí, lo que son unas 4.420 pestañas menos en su inventario.
Muchas le parecían a Olivia, ¿cómo es que no se había quedado ya sin pestañas a ese ritmo?
De todas esas, algunas tenían la suerte de obtener la atención de Olivia. A algunas las miraba con detenimiento, frunciendo el entrecejo, pensando en deseos que las pestañas se iban a encargar de cumplir, y luego soplaba hasta que la pestaña abandonaba su dedo índice.

Quiero que retrasen el examen de hoy.
Quiero que me escriba fulanito.
Quiero que hoy se termine la búsqueda de piso.
Quiero que el casero acceda a bajarme el alquiler.
Quiero que el médico me diga que esa mancha en el brazo con forma de cara de Barry White no se va a poner a cantar.

Algunas de las peticiones eran más razonables, pero con otras Olivia sabía que se exponía a que se pusieran en huelga.
Nunca se fijaba en dónde habían caído, pero le gustaba pensar que todas iban a parar a una oficina llena de pestañas, trabajando duro para cumplir sus órdenes.
Así que ahí estaba Olivia esa mañana, ya casi lista para marcharse, mirando con detenimiento al que iba a ser el próximo fichaje de la Oficina de Pestañas Trabajadoras de Olivia, tomándose más tiempo de lo normal, dejando que sus ideas se organizasen para decidir cuál de todos iba a ser el trabajo con el que enmarronar a la nueva.

Quiero que hoy el tiempo pase volando en el tanatorio, quiero no llorar, o lo que sea.
Quiero no tener que hablar con nadie, mejor incluso, quiero salir por la puerta y que nada de esto haya pasado.

Miró la pestaña posada en su dedo un par de segundos, respiró hondo, y sopló. Sopló todo lo fuerte que pudo, por si las moscas, y la pestaña desapareció de su vista.

4.421, algunas grandes empresas tienen menos plantilla. - pensó.

Volvió a respirar hondo y salió del baño hacia la puerta de su casa, calibrando cuánto tardarían las pestañas trabajadoras en montar un sindicato después de esto.


Al mismo tiempo, la pestaña 4.421 se acomodaba en el borde del bidé.





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