viernes, 26 de diciembre de 2008


indicios de arrepentimiento.


ser prudente de más es tan malo como no serlo, y tú te pasas mucho por el lado de la discreción.
eso cuenta carlos berlanga en las dos primeras frases de la canción, empezando con la historia que dice que uno se pasa de comedido y otro ya no puede más con ese aire de indiferencia, y lucha con la idea de sentirse lo peor.

Carlos Berlanga ya tenía a sus espaldas su historia con Kaka De Luxe, Alaska y los Pegamoides, Alaska y Dinarama, con lo que mucho tenía ya recorrido en la historia de la música que puso a los españolitos a bailar, pero cuando Nacho y Olvido tiraron por Fangoria, él siguió su camino y todavía sacó cuatro discos en solitario, el segundo de ellos, 'indicios', en el 94.


dicen quienes conocieron a Carlos que, sin Nacho y Olvido, sus canciones empiezan a ser más autobiográficas, como transcripciones de un diario, grandes y pesimistas al mismo tiempo, hasta que en su último disco ya parece que se ha entregado a lo que va a ser su destino, de manera casi profética.

sea como fuere, indicios de arrepentimiento podría hablar de algo que le pasó a Carlos, a tí o a mí, aunque no sepamos qué papel cumplimos en la ecuación, si el discreto o el que lucha con la idea de ser lo peor, el que no dice la verdad o el que quiere que se la digan, el del look tan inglés como que pasa de todo o el que lo daría todo por tu amor...

no importa, es hora de tomar ejemplo y dejar de ser tan prudente, porque tú y yo nos pasamos mucho por el lado de la discreción.


y aunque no viene a cuento, ya otros han dicho que la discreción, prudencia y timidez pueden hacer que dejes de hacer todas esas cosas en la vida que te gustaría hacer...
y eso son muchos 'hacer' en una frase, pero de eso ya hablamos otro día.


lo de hoy es que dejes de mirarme con esa cara medio rara que no dice nada.
lo de hoy es esto.

sábado, 13 de diciembre de 2008

somos los chicos de los discos.

Somos los chicos de los discos.
Somos los chicos de los pisos inclinados por el peso de todo ese vinilo mal distribuido.
Somos los chicos de las Expedit llenas. Los de las peleas conyugales por espacio, los de las pilas de “nuevas entradas” que crecen hacia el horizonte, somos los que pedimos que nos falsifiquen el ticket de compra en las disquerías para que –a efectos maritales- parezca que hemos comprado menos.
Somos los chicos de los ojos fijos y los dedos sucios.
Somos los arqueólogos del LP. Los de la memoria fotográfica para años y sellos y miembros e instrumentos y portadas y números de serie. Somos los que podemos pasar dos horas, tres horas, cuatro horas, cinco horas, todas las horas, buscando en cajones de discos de Todo a 3 Euros con la esperanza de encontrar algo.
Somos los que, cuando cinco horas más tarde aún no hemos encontrado nada, nos obligaremos a encontrar algo vagamente digno que justifique el tiempo empleado (Kid Creole, el All right de Christopher Cross, Nilsson barato, MOR no vomitivo, Kitchenware de segunda fila, algo de Creation mitad-de-los-90, 99 red balloons, el disco de Poison Idea que está en todas partes, Ned’s Atomic Dustbin, Cat Stevens, lo que sea).

Somos los snobs de los discos. Sabemos lo que queremos, y vamos a conseguirlo. ¿Hablar con aficionados? ¿Hablar con no-creyentes? Para nosotros, esto es una religión. Y, como dice el Lermontov de Las zapatillas rojas, “a uno no le gusta ver su religión practicada... así”. Lo que somos, tiene valor. Lo que somos, implica una gran cantidad de horas, obsesión, sufrimiento, atención, dedicación, pasión extrema, búsqueda desesperante, investigación detectivesca, debate interminable y eterno sobre puntos e íes. Nuestra figura, tiene que ser reivindicada. Creo que era en el Head-On de Julian Cope donde se reivindicaba la figura del descubridor de discos, el turner on, el tipo que ilustró a otra gente en la existencia de determinados discos magníficos, cambia-vidas, linea-en-la-arena-y-una-vez-las-has-cruzado-ya-está, discos gloriosos, catárticos. Ese tipo no tenía necesariamente que escribir en un fanzine o tocar en un grupo; el mero hecho de ir por el mundo haciendo que la gente prestara atención a los discos adecuados era suficiente marca de respeto y sabiduría y apasionamiento.

Somos ese tipo.

Somos los que dejamos de desayunar durante una semana para conseguir un disco. Tan solo ese gesto, por sí solo, define cuál es la implicación original –adolescente y obrera- en todo este lío de los discos. Somos los que robamos para conseguirlos. Los que tuvimos ataques de asma entre cajones. Los que nos peleamos por ellos en bares. Puñetazos por los Jam no parece una tontería, ni siquiera hoy.
Ni siquiera hoy.
Lo que somos, es: somos los enterados de los discos.

¿Es esto tan importante como para que la gente nos admire? “La vida te da la posibilidad de escoger entre el vestido cool y el vestido sin gracia”, diría Tibor Fischer en su Voyage to the end of the room, “entre la música hecha por un músico inteligente y exigente y la hecha por un tontorrón con notas cansadas y robadas, y los que efectuamos la elección correcta deberíamos ser aplaudidos. Sin duda la vida es cribar las opciones correctas y ser aplaudidos por la gente correcta, ¿no?”.
Sin duda.
Somos los que grabamos cinta tras cinta a novias, amigos, amigas, desconocidos, futuras amantes. Cintas que reposan en cajas, en coches ajenos, cintas que se perdieron hace tiempo o son tarareadas aún en viajes a l’Empordà. Hicimos carátulas. Dedicatorias. Pusimos títulos absurdos e inventamos discográficas que no existían. Somos esos pobres locos, los que cada vez que conocieron a una mujer tenían automáticamente el dedo en el Rec de grabar, casi sin darse cuenta.
Somos esos tíos penosos, sí.
Pero su pena, sólo los discos la podían curar.
Somos gente algo enferma, gente de ideas fijas y tradiciones largas, así que no nos vengas con MP3, CDs grabados, Ipods.
Solo por respeto, no vengas. Esto significa algo, estamos aquí batallando por la belleza del sonido y el receptáculo que lo almacena, por las cosas que importan, no podemos perder tiempo. Estas cosas nos preocupan. Hay demasiado que almacenar, buscar, grabar, pinchar, demasiada gente que humillar con nuestro conocimiento, demasiados utilizadores de la palabra “pop-rock” que poner en su adecuado lugar con un par de definiciones exactas y certeras de un sonido. Tantos discos, tan poco tiempo, tanto que conocer, tanto espacio que usar.

Esto somos:
Somos los chicos que se van a divorciar. Los que olvidan los potitos pero saben todas las reediciones venideras. Los que tienen 17 años mentales y, encima, bajan a 14 cuando escuchan punk rock. Los que bailan a los Fleshtones en calzoncillos, aún. Los que ponen monedas encima de los brazos del tocadiscos. Los que saben qué disco va con cada cena, viaje, mañana, polvo, cumpleaños, fiesta, amigo, tía, resaca. Los que cantan las canciones con el salto de la aguja incorporado. Los que se enamoran y graban cintas, y luego ven a la chica marchar con el deportista cenutrio, una y otra vez. Los que se enamoran y graban cintas, y de golpe funciona y la chica dice Ésto es increíble, creo que te amo y, en efecto, nadie puede creerlo, nosotros mucho menos. Somos los del dolor del pasado y la angustia del futuro, y entremedio, discos. Discos para todo. Para mitigar la pena y potenciar la exhilaración. Discos para una boda. Discos para un entierro. Discos para nuestra cordura y también para nuestra locura. Si no te gustan los discos, ¿qué te gusta? Vamos a tu casa a escuchar discos, y a la mierda todo lo demás.
Somos los chicos de los discos, hombre.

Kiko Amat, Agosto de 2007, Barcelona


copiapegado de aquí.


martes, 25 de noviembre de 2008

different class [pulp, 1995],
algo cambió.

que tengas reticencias a la carrera en solitario de un músico suele ser consecuencia de que el grupo al que perteneció te gustó mucho, y ya te da por pensar que cualquier otra cosa que haga ese músico no va a ser tan buena ni va a tener ese noséqué que tanto te enganchó, o quizás sea lo contrario y lo que pasa es que uno (que en el fondo es un poco cobardica) teme que lo nuevo sea mejor que lo anterior, lo que ya conoce y tanto le gusta, igual que cuando tú no quieres saber nada del nuevo chico de tu ex ni de qué tal es su relación o si los dos coinciden también en que los impresionistas son idiotas.

es por eso que leo en lanadadora que jarvis cocker saca nuevo (segundo) disco en solitario y me entra un poco de regomello que, ya lo sé, no tiene razón de ser, y más si tenemos en cuenta que ni yo descubrí ese grupo tan pronto ni he escuchado todavía su primer disco en solitario.

todo por culpa de pulp y londres a partes iguales, por culpa de la portada de different class.
y es que se me ocurre que jarvis cocker puede no ser capaz de repetir aquel disco de crowded-portada y 12 canciones en el que en unas amenaza al high class inglés sin miramientos mientras en otra se va directo al bar italia, donde siempre, a salir del sótano oscuro y con goteras donde tiene el pobre jarvis el corazón porque su vecina no le hace ni caso (disco2000), porque todos sabemos que las penas con pan son menos, y los bocatas de mozzarella y las tartas del bar italia curan cualquier descosido cardíaco.


eso y más es different class, jarvis riéndose de una niña pija que sueña con ser de clase obrera en common people, jarvis hablando de su vecina y compañera de clase que iba por sheffield con el nombre equivocado (porque por muy guapa que fuese Deborah, ese era un nombre que no le iba nada), y a lo mejor en el año 2000 se reencontraron en la plaza del pueblo y jarvis se lo dijo todo (disco2000).


por eso uno siente un poco de regomello con toda esa idea entre pulp y jarvis cocker, porque con different class, al fin y al cabo, algo cambió, para bien y para mal, y ya sólo queda no ser cobardica y escuchar a jarvis en solitario por fin.

y de paso preguntarle si el nuevo chico de su ex también piensa que los pintores impresionistas son todos idiotas.

domingo, 9 de noviembre de 2008

¿Qué puedo hacer? [Los Planetas, súper8, 1994]

década de los 90, uniforme gris, zapatos castellanos y Jota de los planetas cantando en la habitación de P.


esa es la escena evocada cuando suenan los planetas cantando ¿qué puedo hacer?, de viaje, o brigitte, todo porque Jo. grabó una cinta para P. con canciones de varios de los grupos que le gustaban, entre los que estaban los stone roses, ride, oasis y los planetas con estas tres que he mencionado y que abrían una de las caras de la cinta, que no dejó de sonar en esa enorme minicadena de doble pletina que ahora parece tan obsoleta.

nosotros nos sentábamos en la cama de P. y mientras, Jota se quejaba de que siempre iba al Amador por si aparecías porque ya no sabía qué hacer, él se pasaba por tu casa 20 veces y a mí sin llegarme los pies al suelo.

todas las tardes la misma historia al llegar del colegio, y aunque por aquel entonces no sabía(mos) lo que era el Amador ni le daba mucha (ni poca) importancia a lo que Jota estaba contando en su canción, nosotros cantábamos
qué puedo hacer si después de tanto tiempo no te dejo de querer, y si después de todo el tiempo que ha pasado si nos vemos no sé lo que hacer, sin tener ni la menor idea de lo que estábamos diciendo, que no era otra cosa que tú pasando de Jota y él mientras tanto escuchando a Ian Curtis y buscándote por granada.
cantábamos todo eso que sonaba tan bien, formando una imagen chocante y tonta con esa mezcla de niña-con-uniforme y canción sobre desastres amorosos, haciendo que algo no cuadrase en la foto.

ya años después la letra cobra sentido para todos, acabamos entendiendo sin problema qué es lo que le pasa a Jota, que no es que sea un quejica y que ¿qué puedo hacer? de los planetas es una de las mejores canciones del pop de los 90, porque tú al final no apareciste y Jota siguió yendo al Amador...

...sólo por si las moscas.



sábado, 8 de noviembre de 2008


soidemersol [la buena vida, 1997]:
buenas cosas mal dispuestas.


a mí la buena vida me pone nerviosa.
porque no es sano ni normal ir asintiendo a cada canción, con ese gesto de esto-es-totalmente-cierto, pensando que Irantzu va por ahí cantando las cosas como la vida misma,
que es lo que pasa con buenas cosas mal dispuestas, que sí, que al final uno tiene que darle la razón porque es cierto que lo malo de la vida suele lo mejor porque son las mejores cosas las que luego te hacen sentir como un patán en algún momento...

y es que hay canciones que llaman la atención ya antes incluso de abrir el envoltorio del cd, porque al leer un título como buenas cosas mal dispuestas uno ya asiente, incluso antes de escuchar la canción, porque sí... uno se encuentra con frecuencia con buenas cosas mal dispuestas.
y así, claro, la canción sólo puede encantarte, te ha ganado de entrada, no queda otra.

por eso, por verano, por los chicos guapos y las chicas guapas de adiós muchachos que no quieren bailar, por todas las demás canciones, soidemersol es uno de los mejores discos de la buena vida, aunque la repercusión en su momento no fuese la que tenía que ser, que no nos importa nada, porque nosotros llevamos ya casi la mitad de nuestras vidas sin resuello por comprender las cosas que nos pasan, cuando todo es tan fácil como escuchar a la buena vida.

e incluso tratar de buscarles un remedio, que para algo soidemersol no es otra cosa que 'los remedios' al revés, y lo mismo eso, además de ser el nombre un bar, pretende decirnos algo.

lunes, 3 de noviembre de 2008

get lost [the magnetic fields], 1995: perdidos entre campos magnéticos.


no es cierto que cuando se publicó get lost pensase que acababa de dar con 13 pistas de esas que te hacen pensar que bien podrías haberlas escrito tú (de contar con el talento suficiente, claro).

no, cuando se publicó get lost aquí la mayoría andábamos a cuestas con los libros de conocimiento del medio y la enorme carpeta de plástica, era 1995 y nosotros sólo queríamos que llegase el verano para librarnos del uniforme y bañarnos en el mar, un tal Laurent Jalabert dejaba a Olano segundo en la Vuelta, y Stephin Merrit publicaba este disco con the magnetic fields.

no sabemos qué pasaba por su cabeza o quién le habría roto a Merrit el corazón allá por el 95, pero sea quien fuere, el resultado es que Stephin acaba escribiendo 13 canciones que le sirven para acordarse de todo: lo bueno, aquella noche en que sonaba Brian Wilson y estábamos tú, yo y la luna (escribe y canta en you and me and the moon), y lo malo, cuando parecía que ni todos los paraguas de londres podían parar esa lluvia que caía sobre él (all the umbrellas in london), curando las cicatrices del todo cuando ya da igual y puede dedicarle una canción por las desesperadas cosas que le hizo hacer (the desperate things you made me do).

13 canciones que lo mismo le valían a Stephin en el 95 como nos valen a todos en cualquier situación espacio-temporal (esas de luna y brian wilson y aquellas de nitodoslosparaguasdelondres), aunque nosotros andásemos por aquel entonces más preocupados por perder de vista el uniforme que por buscar a alguien con quien bailar (with whom to dance).

pero claro, de eso uno se entera ya más tarde.


y Olano ya ganaría la Vuelta otro año.
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