jueves, 27 de diciembre de 2012




8 [Los Planetas, Pop]


Todos nos sorprendimos cuando supimos por la prensa que la princesa Letizia había acudido, como nosotros, al concierto homenaje a Los Planetas que se había organizado en El Matadero de Madrid el pasado puente de diciembre.

Yo, al oir la noticia, me pregunté si tan ilustre espectadora había ido con el mismo ánimo que todos nosotros, deseando que Los Planetas trajesen su máquina del tiempo para hacernos viajar una o dos décadas atrás, a cantar como si todavía estuviésemos en los 90 y se llevasen los calcetines de rombos.
Por si resultaba que Letizia es una incondicional más a la que ni le va ni le viene que Los Planetas ahora se vayan por bulerías, siempre y cuando dediquen su concierto a recordar tiempos mejores, cuando Jota se convertía en un genio cada vez que una chica le hacía cisco el esternón.

Y aunque no quisieron hacer un uso muy fino de los viajes en el tiempo, con alguna de las canciones del setlist sí consiguieron trasladarnos un tiempo atrás, como cuando pasábamos las sobremesas del verano del 96 escuchando la voz de Jota en nuestro casio-radiocassette, siguiendo los partidos de Arantxa en las olimpiadas de Atlanta, y convencidos de que nos íbamos a llevar algún oro en tenis.

Aquel verano - porque las cosas buenas y efímeras pasan siempre cuando hace calor - aquél, fue el mismo en el que él pasó las noches sin poder dormir, despertándose demasiado temprano para ser verano, y tan bien, que todo lo que podía hacer era mirar la ropa de ambos tirada en el suelo e ingeniar el modo de que los dos repitiesen ese despertar una y otra vez, como si ellos fuesen Bill Murray y Andie MacDowell en una película.

Como si el éxito del plan dependiese de todo lo que pudiese decir y hacer para que ella y su espalda huesuda no salieran nunca de su cama, tratando de guardar bien el croquis de la habitación, el color de las paredes, y la luz sobre su espalda, por si algo falla y hay que reconstruir el escenario.


Tantas veces había tomado Jota notas mentales sobre esa habitación que antes de que nos diésemos cuenta yo acabé por cargarme la parte de la cinta en la que el reloj ya daba las 8 y los rayos entraban directos a su espalda, Arantxa palmó en la final, y yo diría que Jota terminó la película despertándose solo y a oscuras... porque me barrunto que ese es el motivo de que no tocase 8 aquel diciembre de 2012 en El Matadero.


A nosotros nos queda hacer memoria, y preguntarnos si Letizia sabría recordar con seguridad el color de ese cuarto, si fue Felipe quien las pasó canutas pensando en las cosas que le tenía que decir.
O si más bien ninguno de los dos tiene ni idea de todo esto ni entienden las letras ni la vocalización de Jota.

Y aunque decidiesen no incluirla en su setlist, nos ponemos rojos admitiendo que hemos acabado haciendo nuestro inventario de colores de parqué, suelos, y moquetas.
negando con la cabeza por todas las cosas que debiéramos haber dicho, y todas las veces que calladitos hubiésemos estado más guapos y más felices en el último fotograma de la peli.


viernes, 28 de septiembre de 2012



Tallulah [Allo Darlin', Europe].


El segundo disco de allo darlin' tiene nombre de continente, porque eso tan grande es lo que Morris considera ahora su casa.

A todos nosotros ahora nos pasa lo mismo, que ya no tenemos muy claro dónde está nuestro lugar, ni si es momento de volver a marcharnos para encontrar el sitio que nos corresponde, mientras otros que ya se han ido nos cuentan cómo nos ven desde otros países, y qué tal es el clima que nos espera si nos lanzamos.
Por eso llevo unos días escuchando sin parar a Morris hablar de momentos pasados que tú sabes que son de hace ya casi cuatro años, tú al volante de tu viejo coche de segunda mano dejando piezas por la carretera, ella buscando en la guantera uno de los CDs que sabe seguro que grabó.


Morris podía estar en ese exacto momento haciendo lo mismo, destartalando una furgoneta por inglaterra bajo una lluvia como la que hoy limpia Madrid, y a lo mejor fue ese día cuando encontró el Tallulah en la guantera y empezó a fabricar el mismo relato para ti y para ella, y para todos nosotros.
Cuatro años después todo vuelve de golpe al doblar una esquina, incluso vuelve Allo Darlin', a pesar de que en aquel viaje en coche ni si quiera existía, te topas con ella que te sonríe, que se nota que ha estado de copas porque un par han acampado pachonas en sus mejillas.


Así que estáis de nuevo en un coche de segunda mano que se va viniendo abajo escuchando alguna radiofórmula, y sonríes con la confianza del que sabe que sólo ve doble si pierde una lentilla y de sus mejillas color viernes, hablando del tiempo que hace en Madrid y de lo bueno que ha sido encontrarse.
Empiezas a pensar que a lo mejor en ese momento a Morris le está pasando lo mismo en un viaje de vuelta a Australia, y aunque seguro que su conversación iría sobre viejos murciélagos de la fruta, la vuestra se centra en tu viejo Focus y en las piezas que se fueron perdiendo por el camino.


Y en que a lo mejor toca volver a irse a sitios más húmedos y fríos tal y como está el panorama, con tópicos sobre lo que pasa en Madrid estos días.


Conversaciones cordiales que no dicen que te hubiese gustado que Allo Darlin' ya hubiesen tenido dos discos durante aquel viaje del 2008, y que te hubiese gustado que el CD de la guantera hubiese sido el suyo.

Que ya entonces te preguntabas si habrías conocido a toda la gente importante que tenías por conocer, o si habías escuchado ya todos los discos que iban a merecer un sitio entre tus costillas.

Pero menos mal que Morris encontró al final el Tallulah en su furgoneta y que ella encontró el recopilatorio de The Magnetic Fields en la guantera de tu coche de segunda mano.

Al final tú te has ido contento, pensando que ella ha estado de vinos por alguien y a lo mejor ese alguien eres tú.


Y que cómo te alegras de que Morris escuchase a los Go-Betweens en su furgoneta el mismo día que ella ponía el CD de The Magnetic Fields en tu coche desmontable.

Contento de saber que ni entonces ni ahora crees realmente que ya no haya más canciones por escuchar, y muy contento de que las únicas piezas que se perdiesen en aquel viaje fuesen las de tu Focus.




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